emigrar a Panamá

Cómo emigrar a Panamá desde Venezuela con 800 dólares

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Esta comunicadora social engavetó su título profesional y el apego a la ciudad que la vio nacer para emprender un proyecto de vida junto a su novio, del que no se arrepiente a pesar de las vicisitudes iniciales. “Si hubiese sabido de antemano todas las dificultades que iba a experimentar nunca me hubiera atrevido a tomar ese avión”, asegura.

No sé hacer otra cosa más que escribir”, afirmaba Astrid Álex Petit (@astrid_alex) en el 2009, cuando recién había obtenido su título de comunicadora social en la Universidad del Zulia. Cinco años después, la periodista graduada en la mención Impreso tuvo que –literalmente- tragarse sus palabras, pues se vio en la necesidad de emigrar a Panamá y ello supuso retos inimaginables.

“No tenía planteado irme a ningún lado… Había estudiado mucho y Venezuela siempre fue el lugar de mis sueños, pero mi novio (que también es colega) me dijo que no se calaba más la situación de este país y haría maletas para irse a Estados Unidos, la cuna del periodismo deportivo. Me dio un mes para pensarlo y tomé la decisión de acompañarlo justo el día de la compra de los boletos”, recuerda la periodista, para quien lo peor que podía pasar era regresar a su natal Maracaibo si fracasaba el plan.

Miedo e inseguridad dominaron por instantes sus pensamientos. Junto al comunicador social David Chacón (@davidchacon30) decidió enfrentar la incertidumbre, con la esperanza de que las dificultades propias de todo inicio en un nuevo país no serían peores que la crisis política, económica y social de Venezuela, que se ha agravado desde entonces.

Emigrar a Panamá desde venezuela:

-El plan original era irse para Estados Unidos. ¿Por qué pensaron en Panamá?

-Teníamos problemas con nuestras tarjetas de crédito y nos bloquearon en Cadivi. A duras penas logramos reunir 800 dólares (con dinero propio, prestado y regalado), por lo que tomamos la decisión de ir a un país más barato. Mi novio tenía contactos en Panamá que nos podían ayudar de entrada.

El plan original para emigrar a Panamá desde Venezuela era quedarnos tres meses, y si no conseguíamos estabilidad nos devolvíamos. Esa era la idea.

No tuve el valor de despedirme de familiares y amigos; sólo algunos pocos, los más íntimos, sabían de mi partida.

-¿Cómo fue la llegada?

-El vuelo partió directo desde Maracaibo con destino a la ciudad de Panamá el 14 de febrero del 2014, justo el día de los enamorados. Yo pasé todo el trayecto llorando… Fue muy dura la despedida con mis padres.

Llegamos en casa de un “conocido” mientras encontrábamos un lugar donde vivir. Los alquileres mensuales rondaban los 800 dólares, justo el dinero que nos habíamos llevado para sobrevivir. Nadie quería arrendarnos sin trabajo ni papeles de residencia, hasta que encontramos un apartamento tipo estudio en 500 dólares, totalmente vacío. Los 300 dólares restantes nos debían alcanzar para comer y comprar los artículos más esenciales (colchón, ventilador, cava para el hielo y comida).

Nos alimentábamos con todo aquello que no necesitara cocción, con la necesidad de producir dinero de manera urgente.

En aquella época coincidimos con las fiestas de Carnaval y se nos ocurrió la idea de hacer empanadas para la venta, pero el ingreso era muy bajo. Los días pasaban y se acercaba la hora de pagar el alquiler de nuevo.

-¿Qué hicieron?

-Ante el desespero, mi novio accedió a ingresar en un autolavado trabajando 10 horas diarias por cinco dólares al día más la propina. Yo seguí haciendo comida y promocionándome como niñera o ama de casa. Fue así como pudimos juntar el dinero de la renta nuevamente, hasta que a David lo recomendaron como repartidor de tequeños congelados en los supermercados.

Esos 600 dólares mensuales que se iba a ganar iluminaban nuestro camino en medio de los dolores de espalda por llevar tres largos meses durmiendo en un colchón inflable…

-Transcurrido el “período de prueba”, ¿qué decidieron?

-Con el trabajo de mi novio y la situación en Venezuela empeorando, devolvernos no era opción aunque mis depresiones seguían aumentando por la distancia.

Nunca me cansé de llevar mi curriculum a todas partes, hasta que un día me llamaron para un empleo temporal de una quincena. Tenía que transcribir en una computadora los datos de unas 15.000 planillas, algo atrasado que nadie quería hacer. Cumplí la meta en 10 días y pedí que me dieran más trabajo.

La intención era ser valorada por mi esfuerzo y así fue, hasta que me pidieron ser asistente de la gerente porque “no había alguien tan dedicado” en la empresa.

Comencé también a ganar 600 dólares mensuales. Luego de pagar el alquiler nos quedaban 700 dólares; con ese dinero comenzamos poco a poco a amoblar el apartamento. La cama y el colchón fue el primero que compramos… (risas).

Emigrar a Panamá como profesional:

-Esta historia de superación puede verse como una mezcla de suerte y dedicación, pero aún no podían ejercer su profesión. ¿Qué hicieron entonces?

-Nuestra visa de turista nos permitía estar legales por seis meses; vencido ese tiempo, teníamos que salir hasta Costa Rica y entrar nuevamente, hasta que pudimos arreglar los papeles más adelante.

En alguna de esas conversaciones que tuve con mi novio luego de largas jornadas de trabajo se me ocurrió proponerle que escribiera notas sobre los juegos de la temporada del béisbol venezolano y grandes ligas y las enviara a todos los periódicos y periodistas deportivos de Panamá, pues en algún momento alguien lo iba a leer y así fue.

Un día recibió un correo de la redacción del semanario El Venezolano de Panamá proponiéndole un espacio para su columna deportiva, pero sin ninguna retribución ni compromiso a cambio. Él aceptó y durante los seis meses siguientes llegaba del trabajo a leer, ver juegos, escribir hasta altas horas de la noche y levantarse a las 4:00 de la mañana a repartir tequeños.

A David no le importaba la falta de pago. La idea era empezar de cero y darse a conoce en un nuevo país, hasta que el día de su cumpleaños (28 de enero de 2015) recibió una llamada de la jefa de información del semanario para que cubriera una vacante como periodista de planta y él era el candidato número uno. Hacer su sueño realidad fue el mejor regalo de ese día, sin importar cuánto devengaría.

De inmediato, los ingresos mejoraron enormemente y ambos tuvimos la oportunidad de regularizar nuestro estatus migratorio. Él pudo tramitar su permiso de trabajo en Panamá. Luego accedí a un empleo más rentable, el que tengo actualmente, y pudimos mudarnos a una mejor zona y elevar nuestro nivel de calidad de vida.

-Luego de eso, ¿quedó completamente descartada la idea de regresar?

-No podemos decir que nunca volveremos. Aún me parece duro estar lejos de los míos, sobre todo en Navidad, pero seguiremos adelante con todo lo que hemos logrado acá. Hoy en día nos reímos de todo lo que pasamos, pero fue muy fuerte en su momento.

-¿Recomiendas a Panamá como destino para emigrar?

-Es un buen país para invertir y hacer negocios. Hay un crisol de razas. Es muy lindo y cálido, por lo que resulta atractivo para los turistas que le huyen al invierno.

Durante algún tiempo fue muy fácil que los recién llegados se legalizaran; venía mucha gente desde Venezuela y Colombia.

Sin embargo, emigrar a Panamá en el 2016 es diferente. En la actualidad no le aconsejo a nadie que se lance a una aventura como la nuestra, pues lo recomendable es emigrar a Panamá legalmente y como profesional.

El gobierno ha cerrado muchas puertas a los extranjeros, como es normal, en aras de proteger los intereses de sus 3,8 millones de habitantes –casi los mismos que tiene sólo el estado Zulia-. Algunas profesiones sólo pueden ser ejercidas por los panameños.

-¿Estás plenamente adaptada a tu nuevo país?

-Aunque soy zuliana, lo que más me ha costado es soportar el calor, la humedad y la lluvia de todos los días. La adaptación tampoco ha sido fácil en materia de alimentación, pues aquí se come arroz de muchas formas (con sopa, frijoles, pasta y pollo, por ejemplo), así como tortilla frita, masas de hojaldre, patacones y carne frita. Por increíble que parezca, no comía arroz ni frituras en Maracaibo…

-¿Nos aprecian o desprecian allá?

-Los venezolanos en Panamá estamos muy “rayados” por bocones. Muchos se la pasan diciendo que Venezuela es lo mejor y somos los mejores del mundo, y que los panameños son unos lentos, lerdos y vagos a quienes no les gusta trabajar. Si alguien piensa así, no es para que lo grite a “vox populi”.

-¿Panamá es para ti un proyecto de vida a largo plazo?

-Seguimos con la idea de irnos a Estados Unidos. Una habitación puede costar hasta 500 dólares, y los servicios públicos son caros. Tener aire acondicionado es un lujo, a pesar del calor que hace.

Al comparar los gastos con los ingresos inferimos que la calidad de vida no es espectacular, pero sin duda es superior a la de Venezuela en los actuales momentos.

-¿Te arrepientes de todo o parte de lo que has hecho?

-En verdad estoy muy satisfecha de haber tomado esta decisión y agradecida con Panamá por las oportunidades que nos ha brindado. Logramos la estabilidad que anhelábamos en nuestro propio país y hasta podemos darnos lujos de vez en cuando y enviarle dinero a nuestras familias.

Fue duro el principio, pero una vez que despegas no hay quien te pare. Si hubiese sabido de antemano todas las dificultades que iba a experimentar, nunca me hubiera atrevido a emigrar.

-Muchos están haciendo planes para irse de Venezuela. ¿Qué les recomiendas?
-Tiene que estar muy decidido, porque al segundo mes entra la depresión y provoca agarrar maletas y devolverse. Lo quise hacer varias veces, pero siempre mi novio me ponía los pies en la tierra -algo que le agradezco hoy en día-.

Jairo Márquez Lugo / CNP 11.079

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